martes, 5 de mayo de 2009

ARCHIPIÉLAGO GULAG


Archipiélago Gulag Es una obra del escritor ruso Alexander Solzhenitsyn que denuncia la estructura de represión del estado estalinista y sus inicios en el leninista en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El extenso texto, compuesto por piezas autónomas, fue redactado entre 1958 y 1967 en la clandestinidad y sin archivos, partiendo de la propia experiencia del autor y la de más de dos centenares de testimonios orales de aquellos compañeros de campos de concentración, prisión, "reeducación" y exterminio (gulag) que depositaron en él la triste historia de sus vidas. La obra apareció en Francia (1973) y con prisas debido a los problemas del escritor con la Seguridad del Estado Soviético. La secretaria que llevaba el manuscrito cuando lo incautaron se suicidó en Moscú después de un interrogatorio, «víctima del miedo al Gulag», según palabras de Solzhenitsyn. Él fue expulsado de inmediato y sólo 20 años después (mayo de 1994) pudo regresar a la ya ex Unión Soviética, donde residió hasta su muerte el 3 de agosto del 2008.
La versión completa de la obra, traducida al castellano en 1975, consta de cuatro partes, organizadas en dos volúmenes. En el primero se disecciona el proceso de detención y las torturas practicadas para «confesar» lo que no se había hecho, las iniquidades de los funcionarios destinadas a quebrar moralmente al detenido, la convivencia con otros presos como única posibilidad de combatir el embrutecimiento... A Solzhenitsyn le condenaron a ocho años de trabajos forzados y le destinaron al campo de Nóvy Ierusalim (los monasterios ortodoxos fueron reconvertidos en centros de castigo). Llegó como un zek, o recluso, y por tanto alguien desposeído de derechos. En pocos días, dice, se convertiría en un auténtico zek: «Mentiroso, desconfiado, observador».
Las condiciones de supervivencia en el Gulag -segundo volumen, libros tres y cuatro- eran sencillamente inhumanas. Solzhenitsyn se esfuerza, sin embargo, en ir más allá y trascender aquel horrible sufrimiento que conducía a la degradación: «Cuando se roen los huesecillos de un murciélago en descomposición, se bebe el caldo hecho con cascos de caballos muertos, se fuman ¿cigarrillos? de estiércol o se ve a un médico tomarle el pulso a un prisionero y asegurar a los funcionarios que puede soportar unos pocos minutos más de tortura, cuando se conduce a un hombre a determinadas situaciones, ese hombre queda ya eximido de todo deber con sus semejantes». Pese a lo cual el escritor recoge aquella muda humanidad proscrita y humillada y la envuelve con el manto de su palabra clara: nada que ver con el parásito lenguaje oficial dispuesto a sustituir la catástrofe política y moral del Comunismo por eufemismos de todo tipo. A esos campos de exterminio distribuidos por toda la Unión Soviética marcharon obligados cincuenta millones de personas y en ellos murió la mitad, veinticinco millones de personas.

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